Ayudante de cocina, jardinero, reponedor en supermercados o tiendas de comestibles o auxiliar de oficinas son empleos a los que se les enseña a jóvenes con síndrome de Down en el Centro de Promoción del Menor Eduardo Benot, en la barriada de la Paz.
La inserción social y laboral son fronteras que tienen que cruzar chicos y chicas con una alteración genética en sus células que poseen en su núcleo un cromosoma de más o cromosoma extra, es decir, 47 cromosomas en lugar de 46: el síndrome de Down.
"Por lo general son jóvenes disciplinados en el trabajo y afectuosos", asegura María de los Ángeles una responsable del centro Eduardo Benot. Opinión que comparte Miguel Garrido, presidente de la Asociación Síndrome de Down de Cádiz y Bahía Lejeune. Precisamente, esta entidad ha firmado recientemente un convenio con el Ayuntamiento gaditano con el objetivo de la integración laboral de 15 jóvenes con síndrome de Down mediante la realización de tareas prácticas de mantenimiento de plantas en la sede de la Delegación Municipal de Asuntos Sociales (en la calle Zaragoza), así como en las instalaciones del centro Eduardo Benot.
Para ello, el Ayuntamiento gaditano aporta 2.644 euros anuales. En las tareas de los jóvenes con esa discapacidad figuran la poda, recortes, desbroce de la vegetación espontánea, fertilización de plantas, enmiendas, riego e incluso control fitosanitario, entre otras misiones.
En los últimos 25 años se han originado importantes cambios en la sociedad gracias a la lucha de padres y profesionales por la integración laboral de discapacitados psíquicos y ya no es extraño ver a adultos con síndrome de Down trabajando en un bar o en una oficina, confirmaba Julián, otro responsable del mencionado centro.
El acuerdo con el Ayuntamiento para el mantenimiento de plantas y jardines ya es una realidad, lo mismo que lo fueron otros convenios con otras administraciones y entidades como la Autoridad Portuaria Bahía de Cádiz, la Diputación Provincial o La Caixa, que facilitan oportunidades laborales a discapacitados.
"Nos gustaría que las administraciones públicas contrataran de forma indefinida a estos chavales y no que constantemente se les renueven las prácticas laborales. En otras ciudades trabajan como empleados fijos", lamenta Miguel Garrido, quien afirma que las empresas privadas sí que ofrecen una oportunidad laboral de larga duración. Es el caso de Miguel, un joven con síndrome de Down que trabaja como pinche de cocina en el restaurante El Español.
"La empresa pública es lo ideal para ellos porque son personas disciplinadas y capacitadas para acometer tareas repetitivas sin ningún tipo de problemas", apostilla María de los Ángeles
La adaptación a un puesto de trabajo suele resultar complicado para muchos, pero más para los discapacitados. Empezar es difícil, para ellos más. Por eso, los jóvenes con el síndrome de Down cuentan con el respaldo de un mediador sociolaboral encargado de supervisar y vigilar el trabajo que desarrollan esos chavales en el lugar de trabajo.
La empresa de inserción laboral de personas con discapacidad psíquica Dowintegra S.L. es la que hace de puente para que los jóvenes con síndrome de Down logren aterrizar en el complicado mundo del trabajo. Estos chicos han recibido una preparación en el centro Eduardo Benot desde su infancia. Por tanto, se comienza desde la atención temprana y luego se aborda y potencia el apoyo escolar, el tratamiento de logopedia, habilidades y autonomía personal para favorecer su integración, los deportes, un programa de garantía social como eslabón entre el proceso escolar y su inicio en la etapa laboral y, por último, la formación ocupacional e inserción laboral.
Responsables del centro Eduardo Benot coinciden en que la sobreprotección de los padres les hace un flaco favor a los discapacitados, ya que ellos necesitan desarrollar y aprender unas normas básicas que deben cumplir y que en un futuro se les exigirá en una fábrica, oficina o en cualquier otra ocupación.
"Por supuesto que reciben el mismo sueldo que cualquier otra persona, no se puede permitir que sea de otro modo", exclama María de los Ángeles, quien recuerda junto a Miguel y Julián aquellos oscuros tiempos en que esos jóvenes eran considerados como personas sin futuro y motivo general de burla. Aquellos tiempos con raíces aún por arrancar.
diario de cadiz
2/04/2007