Las personas superdotadas son parte de la población marginada en México. Tienen muchos conocimientos y habilidades, pero ningún espacio para desarrollarlos.
Su capacidad intelectual es brillante, pero el constante conflicto emocional que enfrentan en su casa, la escuela y el trabajo los puede llevar al fracaso porque más que admiración, sufren de rechazo.
La Secretaría de Educación Pública (SEP) considera que las capacidades superiores se dan en personas de todos los grupos culturales, en todos los estratos sociales y en todos los campos de la actividad humana.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al superdotado como una persona con un coeficiente intelectual igual o superior a 130. El promedio entre la población en general es de entre 80 y 120.
Esa cifra se obtiene a través de la aplicación de una serie de pruebas de destreza mental en que se mide la capacidad de análisis, el razonamiento lógico y la creatividad.
En México no existen instituciones dedicadas a atender a personas que tienen esas características, sólo hay dos asociaciones civiles, una en Morelos y otra en Nuevo León donde se realizan las pruebas de coeficiente intelectual y se les brinda atención sicológica.
Desde hace 10 años la sicóloga Patricia Gallardo Flores, especialista en el tema con 20 años de estudio en México y el extranjero, creó el Instituto de Desarrollo Especializado en Altas Capacidades y Talento.
Su interés en el tema tiene sentido, pues ella es superdotada y lo heredó a sus dos hijos.
A este lugar han llegado en el transcurso de esos años alrededor de 250 personas. Esa experiencia le ha permitido a la experta constatar que el elevado coeficiente intelectual se adquiere por herencia; por lo regular, el padre se lo hereda a la hija y la madre al hijo.
Calcula, porque no hay cifras oficiales, que 10% de la población nacional es superdotada, ya que se ha encontrado a uno o dos niños con esta característica en los salones de clase que ha visitado en varios estados del país para orientar a maestros sobre el tema.
A nivel mundial, los especialistas prefieren hablar de personas talentosas y de altas capacidades, en lugar de superdotadas o genios.
Patricia Gallardo señala que las personas con altas capacidades son aquellas con un coeficiente intelectual alto y con una gran capacidad de adaptación. En cambio, las personas talentosas tienen una inteligencia extraordinaria pero muchas dificultades para relacionarse con los demás.
Explicó que el hecho de que su coefiente intelectual sea elevado no implica que esas personas "sean una enciclopedia andante", pues suelen tener habilidades sobresalientes para la música, la pintura, las matemáticas o la biología, pero a la vez tienen una debilidad, sobre todo, en el aspecto emocional.
"No soy un genio, soy un niño"
Leonardo Espinobarros Pedraza está harto de la escuela. Se queja de que los maestros le llamen la atención como a ningún otro de sus compañeros. "Todo el tiempo es: Leo cállate; Leo siéntate; Leo pon atención".
Pero ante esa actitud de los maestros que Leonardo llama intolerante, él se defiende: "Lo que pasa es que a veces me aburren, todo lo repiten y termino mis trabajos y me tengo que quedar sentado, a veces mejor me pongo a platicar con mis amigos pero me callan".
Le disgustan las matemáticas, pero la química lo apasiona. Entusiasmado narra su más reciente experimento: "Utilicé ácido cítrico a temperatura ambiente, lo puse al fuego y se deshizo". Dice que en esta etapa de su vida hace experimentos sencillos "para no arriesgar mi vida", pero aprovecha su gusto en la cocina de mamá. "Siempre le ayudo, me gusta hacer cosas en la cocina, mezclar jugos, eso es divertido". Tiene 13 amigos y calificaciones de 9 y 10, pero no le gusta que le digan genio. "No soy un genio, soy un niño".
A diario, Leonardo hace ejercicio "para fortalecer mi cuerpo" y aprovecha cualquier instante para jugar a lo que más le atrae, que es escribir. Siempre trae una libreta de bolsillo para escribir palabras que le dicta su mente, sin aparente orden. Si desconoce cómo se escriben, pregunta a su mamá u otra persona, pero no se queda con la duda.
"Aquí no veo futuro"
Emilio y Raquel son hijos de Patricia Gallardo. Él es talento y ella es alta capacidad. Él tiene pocos amigos y prefiere permanecer apartado de cualquier círculo social. Ella es amiguera y sus maestros la elogian.
Emilio tardó en hablar, leer y escribir, pero desde los dos años de edad lo elogiaban porque sus dibujos eran dignos de exposición. En su salón de clase los maestros y compañeros lo excluían "porque pienso diferente".
Terminó la preparatoria pero prefirió darse un respiro para estudiar japonés, idioma que comenzó a aprender de memoria.Su interés por este idioma comenzó cuando un compañero del colegio le enseñó a escribir su nombre en japonés. También es amante de los animales, de tres en particular: el panda rojo "porque es curioso", el águila arpía "porque es el ave más grande del planeta" y el tiburón ballena "porque es el pez más grande del mundo".
Y desde la infancia, su juego favorito era conocer el mundo animal, "nunca me gustaron los carritos ni soldaditos".
Raquel domina el álgebra desde la primaria. Las matemáticas son su fuerte, al igual que la literatura. Todo el tiempo su mente está contando, en su casa, cuando va a dormir, cuando despierta, aun cuando sale a divertirse con las amigas.
Sus lecturas preferidas son sobre filosofía "porque te hace pensar y te deja enseñanzas".
Ha pensado en estudiar derecho o ciencia política como un reto "pero en México no porque no me gusta la filosofía esa de que si no tranzas no avanzas". Por eso es que piensa en irse a Canadá o Italia "porque aquí no veo mucho futuro".
La herencia
Ahora que es esposo y padre, Javier Zaldívar sabe que tiene un coeficiente intelectual elevado. Lo supo 40 años después de sufrir críticas, señalamientos y rechazo. Lo supo porque sus hijos comenzaron a enfrentar lo mismo.
Gonzalo, de seis años, y Juan Pablo, de cuatro, fueron señalados en su escuela como niños problemáticos porque se distraen en sus clases y cuestionan a sus maestros.
Javier asegura que lo mismo sufrió en su niñez. "Yo sé que tengo ese don, pero fui reprimido y juzgado por no estar entre los niños promedio". Ahora que su familia recibe terapia sicológica reconocen su talento, lo aceptan y están dispuestos a compartir su experiencia con quienes los rodean hasta lograr integrarse.
Una familia talentosa
La vida de la familia Briones Molina cambió desde hace un año, cuando supieron que al menos ocho integrantes tenían un coeficiente intelectual alto.
Se enteraron de esta situación porque Sabrina, de 10 años de edad, comenzó a tener problemas en la escuela. En el kínder, los maestros destacaban su inteligencia pero a partir del tercero de primaria comenzó a tener reportes de mala conducta y su maestra la conenzó a relegar.
Su mamá decidió entonces sacarla de la escuela regular y reiniciar su aprendizaje en un sistema autodidacta de estudio en el hogar, a través del Instituto Nacional de Educación para Adultos (INEA).
Sin embargo, para que esto sucediera, ocurrieron varios conflictos no sólo en la escuela sino también en el hogar. "Sabrina me llegó a cuestionar por qué tenía que obedecerme y me decía: ´¿Tengo que hacer las cosas porque tú me dices?, ¿porque es una regla o porque debiera ser mi deseo?´".
Fue así como la familia decidió pedir ayuda profesional y acudieron al Instituto que dirige Patricia Gallardo.
Después de realizarle las pruebas sicométricas se determinó que Sabrina, de 10 años de edad, y sus padres son superdotados. Luego, en pláticas familiares, se dieron cuenta que lo mismo ocurría con sobrinos y tíos.
Sin apoyo
La sicóloga Gallardo asegura que las características de un niño talentoso o de altas capacidades pueden detectarse desde el nacimiento, aunque aclara -al igual que lo hace la SEP-, que el diagnóstico para conocer el coeficiente intelectual sólo se puede realizar después de los cinco años de edad.
Asegura que el talento se hereda, no se hace. Entre las características son: razonamiento de dos o tres años más adelantado, aprendizaje del habla, la lectura y la escritura antes de los cuatro años de edad, elevada capacidad de análisis y pensamiento lógico, constantes cuestionamientos sobre todo lo que ocurre a su alrededor y el rechazo a las imposiciones.
La especialista señala que estos dos últimos elementos generan molestia entre los adultos, sobre todo en los maestros que se ofenden al ser cuestionados por sus alumnos, "además de que culturalmente pocos aceptan que alguien destaque sobre los demás".
Explica que en las escuelas regulares estos niños se aburren, por lo que requieren una educación especial que hasta el momento nadie les ha ofrecido. Por eso propuso la creación de una escuela especial de educación básica para superdotados, pero hasta el momento no ha encontrado apoyo ni de instituciones públicas ni privadas.
Las criticas que reciben son tan cotidianas que los superdotados llegan a pensar que ellos son los que están mal. "Si no se les detecta a tiempo, crecerán y tendrán crisis emocionales recurrentes; se les tiene que explicar por qué son diferentes y cómo es que se pueden acoplar a un mundo del que se sentían ajenos".
Universal México
24/03/2007