Todavía no conocen el abecedario, pero son capaces de "leer" tres o cuatro libros en una sola tarde.
Los niños que acuden a la "bebeteca" o biblioteca para bebés, con una edad de entre cero y tres años, tienen a su alcance decenas de títulos de diferentes formas, tamaños, colores, texturas y contenidos.
Arrullos, rondas, juegos de palabras, cantinelas, retahílas, relatos con y sin ilustraciones, conforman el material literario que padres e hijos comparten dentro de este espacio, en un proceso que propone fomentar la lectura antes de la escolarización.
Se trata de un sistema que en México ha resultado más efectivo que las campañas de promoción a la lectura, coinciden el editor y ensayista Daniel Goldin y la pedagoga Eva Janovitz.
"Al adulto lo reeduca, le replantea su papel; y en el niño interviene en la etapa más importante, cuando se construyen los cimientos de su vida", asevera Janovitz.
Promover la lectura en bebés no se limita, solamente, a ponerlo en contacto con libros, advierte Goldin.
"Requiere hablarle al niño de otra manera y acercarlo, mediante cantos y relatos, a una modalidad distinta del lenguaje que, al igual que la lectura, no se reparte socialmente de forma igualitaria".
Hasta ahora se han instalado bebetecas en dos bibliotecas públicas centrales del país: las de Querétaro y Guanajuato, de acuerdo con una consulta realizada por REFORMA.
La primera se ubica en el Centro Educativo y Cultural Manuel Gómez Morín y la segunda en el Centro Cultural Guanajuato. Existe el proyecto de abrir una más en la nueva biblioteca central de Hidalgo, mientras que en el Distrito Federal la Biblioteca Vasconcelos creará también un espacio para la fomentar la lectura en la primera infancia, anticipó Ignacio Padilla, director del recinto.
El Centro Cultural Tijuana inauguró la suya apenas en octubre, pero recibirá un nuevo impulso con una campaña que iniciará el 13 de febrero titulada "Vocales y machincuepas".
Preparan la alfabetización
En el momento en que un niño ingresa al sistema de educación formal sus posibilidades de aprendizaje están definidas, en gran medida, por lo que se haya hecho o dejado de hacer durante los primeros años, señala la escritora colombiana Yolanda Reyes, promotora de esta iniciativa en América Latina.
"Está demostrado que la carencias lingüísticas y comunicativas durante los tres primeros años de vida afectan la calidad de la alfabetización posterior", añade la especialista, quien plantea que una persona comienza a "leer" desde la cuna.
Comprender que el bebé descifra e interpreta señales, les otorga sentido y se convierte en lector, supone no sólo un cambio en la concepción de la lectura (ligada al texto escrito), sino también implica reconocer que los niños son sujetos plenos de derechos, apunta Reyes.
Por eso, en la bebeteca los pequeños, al elegir un libro, empiezan a decidir.
Una vez seleccionado pueden abrazarlo, tomarlo al derecho y al revés o de arriba para abajo. En todo momento están acompañados de sus papás, abuelos o tíos, pero nadie los amonesta si muerden un ejemplar, voltean la canasta donde se guardan libros o se los echan encima.
Mercedes García, responsable de la bebeteca queretana, la primera en el País —inaugurada en noviembre de 2005—, sabe que este contacto preliminar con el libro es necesario, antes de que los pequeños descubran las múltiples historias que resguardan.
"Todos los ejemplares se pueden tocar. Los papás entran descalzos, con ropa cómoda o sus botas de quirófano desechables. Y todos a disfrutar de tirarnos en el piso. Hacemos, entonces, lectura en voz alta y siempre hay una persona que acompaña a los padres", indica García, encargada también de la Biblioteca Infantil El Paralelepípedo.
En esta bebeteca, puntualiza, no hay maestros sino guías, la mayoría licenciados en educación, psicología o pedagogía.
"A los adultos les explicamos que nuestra labor es acompañar este acercamiento de sus hijos con la lectura, de manera respetuosa y sin forzar a los niños".
Se les aclara que, dentro de un año o más, los pequeños no saldrán leyendo —en el sentido tradicional del término— o escribiendo.
"Pero sí saldrán enamorados del libro, y el proceso lector va a ser mucho más fácil; van a solicitar leer".
Este lugar, con capacidad para recibir a un mismo tiempo a 15 bebés junto con sus papás, atendió en su primer año a 9 mil 500 visitantes.
La bebeteca de Guanajuato, que comenzó a funcionar en septiembre dentro de la sala infantil, ya necesita ampliarse, refiere Gilda Noguerola, directora de la biblioteca.
Allí caben tres bebés con sus respectivos acompañantes y, a veces, el "estacionamiento de carreolas" tiene diez vehículos en espera, comenta la funcionaria, quien confía en extender el área este mismo año.
Sitios como éste, observa, propician que familias y no sólo estudiantes visiten la biblioteca. Adriana Calderón, a cargo de la sala, cuenta que la mayor parte de los usuarios se convierten en visitantes frecuentes.
Aunque ir constantemente a las bebetecas resultaría ideal, Janovitz opina que lo importante es la relación de calidad entre padres e hijos.
"Una hora de haber estado allí durante una semana equivale, en la vida cotidiana, a un año de convivencia", pondera la especialista y recuerda que la iniciadora de las bebetecas fue la asociación francesa ACCES, que lucha contra la exclusión social de los menores.
Existen lugares semejantes en Colombia, Cuba, Argentina, Inglaterra y España.
Una condición en todas las bebetecas es seleccionar el mejor material.
"Los niños son muy críticos con los libros; cuando no son buenos, los cierran y te mandan a volar", previene Janovitz.
Goldin lamenta que varios títulos para bebés se basen en un "modelo estúpido" que enseña lo obvio.
"Se dice, por ejemplo: arriba está la lámpara, abajo el zapato. Creo que se puede hacer mucho más, despertar la inteligencia visual, agrandar las capacidades del niño para el relato. El límite de lo que debe ser un libro para bebés no lo conozco", asevera.
Reforma.com
16/02/2007