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Dos estudios arrojan luz sobre efectos en el cerebro

Dos estudios recientes arrojaron luz sobre los posibles efectos del autismo sobre el cerebro y apuntaron a potenciales tratamientos, según revelaron investigadores.

Una de las investigaciones mostró que la oxitocina, que estudios previos hallaron que es importante en la creación de lazos afectivos entre las personas, ayudaría a reducir los síntomas debilitantes en los adultos con autismo.

Un segundo estudio, en tanto, reveló que las áreas del cerebro que detectan el temor se presentan encogidas en las personas con autismo.

El término autismo describe una serie de condiciones que pueden incluir efectos mentales y de conducta muy severos, incapacidad de interactuar socialmente de manera normal y problemas conductuales como el síndrome de Asperger.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades publicaron un sondeo en mayo que indicó que hasta uno de cada 175 niños nacidos en Estados Unidos desarrolla algún tipo de desorden del espectro autista.

Las causas se desconocen y los tratamientos son limitados.

El doctor Eric Hollander y Jennifer Bartz de la Escuela de Medicina Mt. Sinai en Nueva York dieron una forma de oxitocina llamada pitocina a adultos con autismo. La pitocina se administra a las mujeres embarazadas para ayudarlas en el trabajo de parto.

Hollander y Bartz evaluaron la capacidad de los voluntarios de identificar emociones y controlar conductas repetitivas.

Las personas que recibieron la oxitocina el primer día de estudio desarrollaron y retuvieron la capacidad de evaluar las emociones, dijeron los expertos. También se observó en ellas una reducción rápida de las conductas repetitivas.

No obstante, los investigadores resaltaron que son necesarios más estudios.



Un segundo trabajo reveló que la amígdala, el centro cerebral del temor, se volvió anormalmente pequeña en los varones con disfunciones sociales severas producto del autismo.

Los adolescentes y adultos jóvenes varones que eran más lentos para distinguir las expresiones tenían una amígdala más chica de lo normal, descubrieron Richard Davidson y sus colegas de la University of Wisconsin al tomar imágenes por resonancia magnética de los cerebros evaluados.

A los pacientes autistas con amígdalas más pequeñas les tomó un 40 por ciento más de tiempo reconocer las expresiones emocionales de los rostros que a aquellos participantes con áreas relacionadas con el temor más amplias, manifestó el equipo de Davidson.

Los resultados de este estudio fueron publicados en Archives of General Psychiatry.

Agencias
22/12/2006

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