«No debemos olvidar que la lectura es una afición y como tal no se puede imponer. Sería algo parecido al cine, el arte vanguardista o el teatro. Si hay personas que no se sienten atraídas por ellas, no se puede obligar. La lectura es una afición y como tal está para cuando uno la quiere y como uno la quiere en un momento determinado». Esta reflexión en voz alta corresponde a Concepción Jiménez, profesora del grado en Maestro de Educación Primaria de UNIR (Universidad Internacional de La Rioja). A su juicio, hay que inculcar el amor por los libros desde pequeños porque la lectura es una actividad «constante y continua que se ha de alargar durante toda la vida, sin prisa y sin esperar resultados a corto plazo puesto que no existen recetas mágicas para inocular el gusto por la lectura en un mes, un año o ni siquiera un lustro».
Cultivar desde la más tierna infancia: esa es la clave, porque en muchos casos niños muy lectores se separan de los libros cuando alcanzan la adolescencia, «pero el poso está ahí, y seguro que más adelante vuelven a retomar ese gusto». La propia hija de Concepción está de nuevo abrazando la lectura después de tres años de crisis lectora: «Ahora, se nota que vuelve a tener interés por ella. La clave está, imagino, en sembrar desde pequeños. La cosecha ya se recogerá antes o después». En esta labor de siembra, no solo se debe fomentar la lectura desde pequeños, sino también la escritura. Su consiga en este sentido es clara: «Si se anima a los niños no solo a leer sino también a crear, en el futuro no tendríamos los problemas con los que hoy nos topamos de falta de una correcta expresión oral y no digamos ya de desastrosa expresión escrita».
Biblioteca personal
Los aliados de la infancia en promulgar esta aventura cultural son los padres, la escuela y la biblioteca. Este triunvirato, con su ejemplo activo, puede ayudar al niño a apasionarse por la lectura. Los primeros son «fundamentales» a la hora de fomentar el hábito lector en sus hijos. En una labor «constante», deben, según Concepción Jiménez, desde que nacen, contarles cuentos, enseñarles libros, cantarles nanas… Cuando son más mayores se les puede acompañar a la biblioteca, participar en sus actividades, seguir contándoles o leyéndoles cuentos, y regalarles libros como un objeto más de su rutina diaria para así poder formar una biblioteca personal en su propia habitación desde pequeños.
Y en esta aventura compartida hay un consejo en el que Concepción Jiménez, directora también de la revista Mi Biblioteca, publicación de la Fundación Alonso Quijano, insiste, porque pocos padres lo cumplen: «Cuando ya saben leer, tampoco se debe abandonar la costumbre de narrarles cuentos, anécdotas, leer con ellos, compartir nuestras propias lecturas comentándoles el argumento (o incluso noticias de prensa o artículos de alguna revista), nuestras impresiones… ». Las bibliotecas, en su opinión, pueden fomentar la inclinanción por «la lectura desescolarizada; es decir, no obligatoria y necesaria para sacar una nota en tal o cual asignatura». La animación a la lectura y los cuentacuentos son «esenciales» en todas las etapas de la vida y se pueden desarrollar en estos espacios. La oralidad de nuevo va inseparablemente unida a lo escrito.
Un mundo de palabras
Además, la profesora de UNIR, que imparte las asignaturas de Didáctica de la Lengua Española en Educación Primaria y de Fundamentos científicos y didácticos de la Lectoescritura, cree que la imaginación, la fantasía, la expresión oral, la interacción entre el adulto y el niño, la identificación con los personajes, la atención, la pronunciación, las inflexiones de la voz… están detrás de los cuentos: «El mundo está hecho de palabras, está hecho de lenguaje y ese lenguaje va a estar con la persona a lo largo de toda su vida. La palabra, en esa primera relación con los padres (de bebés) tiene una significación sensual. La palabra es música y el niño la percibe así. Si se le cuentan cuentos, estaremos fomentando esa musicalidad, ese amor por lo escrito, por la palabra». En este camino al encuentro de la actividad lectora, la paciencia y la constancia son claves pero «ojalá pudiéramos tener el secreto para hacer que todas las personas amen los libros. El mundo sería diferente».
http://www.abc.es/familia-padres-hijos
25/11/2013
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