Gustavo Daniel Ceroleni | 1/07/2015

INTRODUCCIÓN

La familia es el microsistema más cercano y el que se forma en el primer contexto de desarrollo de los hijos (Palacios y Rodrigo, 1998; Utting y Pugh, 2004, citado en Cosgaya, Nolte, Martínez-Pampliega, Sanz, Iraurgi, 2008).

Las madres y padres contribuyen en el desarrollo del niño, efectuando sus funciones parentales en ambientes de socialización y convivencia, interactuando en forma positiva con ellos y educándolos (Ramírez, 2004, citado en Cosgaya et al., 2008).

Existen investigaciones sobre  los estilos educativos de los padres y su influencia en el desarrollo infantil como juvenil. Dichos estilos fueron definidos como esquemas prácticos que disminuyen los múltiples y minuciosos estilos educativos parentales a un menor número de dimensiones que, combinadas entre sí, pueden dar lugar a una gran  variedad de tipos de educación familiar (Coloma, 1993, citado en Torío López, Peña Calvo, Inda Caro, 2008).

Los padres que eligen en su práctica educativa por un modelo equilibrado pueden tener hijos auotocontrolados y pueden adaptarse socialmente como producto de estilos de crianza fundados en la disciplina y el afecto (Maccoby y Martín, 1983, citado en Raya Trenas, Herreruzo Cabrera, Pino Osuna, 2008).

Si no se produce una base de apego seguro, de conductas y actitudes de amor y cuidado por parte de los padres hacia sus hijos, se hace muy difícil avanzar en otros caminos de las tareas propias de la adolescencia, (Nicholls Vera, 2008) como lo es la formación del autoconcepto.

En la adolescencia los asuntos prioritarios son la búsqueda de afirmación personal y social que se relacionan en mayor medida con las dinámicas de la definición de un sí mismo personal. Es por esto, que las temáticas de diferenciación de los padres  señalan las conexiones con el mundo adulto, marcándose por la rebeldía de los adolescentes (Nicholls Vera, 2008).

Dolcini y Adler (1994), manifestaron  que las dimensiones del autoconcepto, o sea, “los juicios  evaluativos que los jóvenes llevan a cabo sobre sus atributos en dominios discretos”  son la competencia cognitiva y la adaptación social (citado en Pastor, Balaguer, García Merita, 2006, p. 18).

El motivo de automejora, considerado como uno de los motivos básicos que guían al sí mismo, es aquel que conduce al adolescente a escoger aquellos comportamientos que le permiten alcanzar buenas autovaloraciones, independientemente de que dichos comportamientos sean saludables o perjudiciales, que cumplan las normas o que vayan contra estas (Dolcini y Adler, 1994, citado en Pastor et al., 2006).

Para Griffa y Moreno (2008) la autoridad de los padres es una cooperación necesaria y obligatoria para los hijos, que exige una obediencia inteligente y activa, y no un simple dominio. Es muy importante que los padres sepan valorar justamente en la medida     correcta el deseo de libertad, de afirmación personal, de vivir, incluidos en la rebeldía    adolescente.

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