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La tartamudez no tratada condiciona la vida social

El entramado de síntomas que desembocan en la tartamudez están ligados al entorno más próximo de la persona que la padece, principalmente en la infancia, donde la escuela, los compañeros y las relaciones vinculares de cada niño con su hábitat son determinantes. Sin embargo, con el paso del tiempo y la ausencia de tratamientos específicos, lo que se presentaba como una dificultad en el modo de expresarse, se vuelve un problema crónico que afecta el desarrollo social. "Esto se pone pesado en la adolescencia y en la adultez, se empiezan a evitar palabras que dan más trabajo para pronunciarlas que otras y se desarrollan lenguajes vacíos y sin sentido; ya no es una dificultad del habla, es una dificultad de comunicación", señala María Cristina Peirone, fonoaudióloga y responsable de la Fundación para la Tartamudez de Rosario.

Cuando se aborda la problemática de manera tardía, "se pasa de tartamudez natural a una tartamudez de sufrimiento", refiere Peirone, y agrega que "hay que difundir la importancia de un abordaje interdisciplinario, porque abunda la gente que dice, «yo fui a la fonoaudióloga y no vi un cambio positivo», y es que no lo ven porque es necesaria la incorporación del psicólogo, para trabajar también las habilidades sociales". Por ejemplo, si la persona tiene temor de enfrentar una situación donde deba ingresar a un negocio para comprar algo, debe desarrollar tareas para transformar esas conductas.

"Algunos investigadores sostienen que la tartamudez tiene un aspecto externo que es el que se manifiesta en los trastornos del habla, y otro, interno, donde están las angustias, los miedos y todo lo que afecta socialmente. En la medida que esto pueda salir a la luz y que el que tartamudea lo acepte, la situación se va solucionando. Es necesario aceptar lo que pasa para modificarlo", subraya Peirone.

Para que el tratamiento no se demore, Peirone recomienda a los padres prestar atención a los antecedentes genéticos y "vigilar que no haya situaciones tensas en la comunicación familiar que favorezcan estos cuadros. Hay que prestar atención a chicos que hablan con mucho esfuerzo o bien, que son callados, e incluso, aquellos con cuadros de disfonía prolongados".

Hasta un tiempo atrás, el criterio preponderante era esperar a que el lenguaje del niño tomara más desarrollo antes de consultar a un especialista. Sin embargo, para Peirone lo indicado es realizar una consulta ante los síntomas de riesgo, de hecho, en la fundación trabajan con familias de chicos desde los dos años y medio.


Razones genéticas
Investigaciones recientes demostraron que la tartamudez tiene una base biológica y genética. "Sin embargo, lo único que hacen las cargas genéticas y biológicas es predisponer; la tartamudez podrá desarrollarse o no a partir de la relación que establezca cada niño con su entorno", aclara Peirone.

En el 80 por ciento de los casos que se presentan en niños, las dificultades se arreglan fácilmente, con el transcurso del tiempo. Sólo en el otro 20 por ciento adquiere un estado de tartamudo crónico. Investigadores reconocidos dicen que la dificultad para hablar fluidamente no está en la persona sino en el discurso, influenciado notoriamente por la mirada del otro.

"La tartamudez empieza a instalarse en el niño con la mirada preocupada de los padres que le dicen, «no tartamudees». Luego la persona crece y arma un entramado de síntomas relacionado a lo cognitivo y lo social. El que lo sufre siente la mirada del otro como algo negativo", resume Peirone.

La capital
5/09/2005

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