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Personas de edades muy avanzadas, con problemas de dentición, o afectadas de enfermedades como esclerosis múltiple, ciertos cánceres (sobre todo de cabeza y cuello), párkinson, daño cerebral, esclerosis lateral amiotrófica o alzhéimer, entre otras, pueden presentar problemas para tragar alimentos o líquidos. Es lo que se denomina disfagia. Un problema de salud «que es grave si evita que la persona afectada tenga una adecuada nutrición, pues puede llevar a un desenlace fatal. La atención difiere según la causa y las necesidades de cada caso», sostiene la logopeda Ruth González. Ayer, con María Maceira, estudiante de último curso del grado de Nutrición y dietética de la USC, impartió un taller para formar a 26 profesionales y personas interesadas en este tema. Mañana lo repiten (ayer tenían ya 16 personas anotadas) y no descartan ampliar la oferta de esta formación más adelante.
«Las situaciones son muy diferentes. Con una persona afectada de daño cerebral, la disfagia se produce en un momento dado y trabajamos para mejorar o compensar el problema. Si padece una enfermedad neurodegenerativa, tratamos de que deje de comer por boca cuanto más tarde mejor, para evitar el uso de sondas y frenar su deterioro dentro de lo posible. Así, desde la especialidad de logopedia ayudamos a que se alimenten bien quienes tienen problemas para tragar, para favorecer su mejor alimentación e hidratación», agrega Ruth.
Detrás de la disfagia puede haber también un trastorno de la alimentación, o problemas de ansiedad: «si la causa es psicológica exige un tratamiento especializado diferente. En logopedia siempre trabajamos para que la persona vuelva a comer normal. Y si hay dificultades para conseguirlo, utilizamos compensaciones, como adaptar la dieta o ofrecer estrategias como cocinar de otra forma, buscar otro tipo de texturas y otras», indica.
«No se trata de triturar toda la comida. Lo hacen en algunas residencias para personas mayores y no veo bien servir todos los días comidas con el mismo color y el mismo olor, que se repiten durante años, sin tener en cuenta que la comida debe ser apetitosa», afirma.
En los talleres de esta semana hay una parte teórica, sobre los tipos de disfagia y sus consecuencias. Pero son muy prácticos y hablan incluso de opciones de platos o estrategias «para conseguir -insiste Ruth- que la persona con disfagia tenga una nutrición igual de buena que otra que no padezca este problema. Porque es muy peligroso tanto que no coma por no poder tragar, como que esa dificultad le provoque desnutrición o deshidratación». La Sociedad Europea para los trastornos de la deglución calcula que en España unos 2 millones de personas sufren disfagia y solo un 10 % están correctamente diagnosticadas, de ahí la relevancia de actividades como estos talleres en el centro de Tras Restollal. Ruth González admite que «la profesión de logopeda es más conocida por intervenir en la educación, con alumnado que tiene problemas para pronunciar la letra r o por prestar apoyo escolar. De hecho, en A Coruña la especialidad está dentro de Ciencias de la Educación, no de Ciencias de la Salud. Pero también tenemos otras funciones igualmente relevantes. Nos interesa reivindicar nuestro papel en la sanidad, muy escaso aún; en el CHUS, por ejemplo, hay muy poca presencia. Trabajamos además con profesionales de la voz, como cantantes, locutores o políticos. Se nota mucho, por ejemplo, cuando dos o más personas van a un mismo logopeda, porque hablan de la misma manera», resalta. Ruth desarrolló su trayectoria profesional en el centro de daño cerebral de Sarela.
LaVoz
10/04/2019