!-- Google tag (gtag.js) -->
Una de las cosas que más me ha gustado del último libro del profesor Jordi Llovet, Adéu a la universitat, l'eclipsi de les humanitats, es que su mirada hacia sus alumnos es muy respetuosa. No los acusa de su ignorancia. Atribuye el bajo nivel de los alumnos de primer curso de la universidad a los planes de estudio de secundaria que, según palabras suyas, han llevado a este país a una situación de ruina cultural.
Y es que tenemos un problema gordo con los planes de estudio. Y mucho me temo que el peor no es el nivel de los estudiantes, sino el fracaso escolar, que hace que muchos alumnos no solo no lleguen a la universidad con el nivel adecuado, sino que no lleguen ni siquiera a poder acreditar la ESO.
En general, el nivel de fracaso escolar es muy alto tanto en España como en Catalunya. Y afecta más a los hijos de los inmigrantes.
Muchos expertos han hecho su diagnóstico sobre nuestro plan de estudios, pero, a mi modo de ver, se habla poco de dos puntos que creo esenciales:
1. No respeta el ritmo evolutivo de los niños. A diferencia de muchos de los países europeos que admiramos, los inicia en el aprendizaje escolar demasiado rápido. Nos hemos olvidado de algo muy básico: cada cosa a su tiempo. Y nos estamos acostumbrando demasiado a creer que cuanto antes sepan sumar, restar y leer, mejor. La consecuencia de esto es que de pequeños les exigimos demasiado -la mayoría de los niños de tres años pasan muchas más horas en el colegio que con sus padres- y, a medida que se hacen mayores, pierden interés, se desconcentran más, no pueden, no quieren seguir el ritmo, y la adquisición del aprendizaje se resiente mucho. Son más infantiles de lo que les correspondería.
2. Es un modelo poco exigente consigo mismo. Es decir, los problemas de aprendizaje los suele atribuir a la capacidad o incapacitad de los alumnos y no tanto a sus propios defectos. Y esto es observable en el alumnado inmigrante o miembro de una minoría étnica. Me explico: mucho fracaso escolar se atribuye a cuestiones culturales, a dinámicas familiares y a carencias en el dominio de la lengua y de nuestros códigos culturales. Sin negar la importancia de todos estos factores, mucho me temo que el principal problema se encuentra en otro lugar. En la incapacidad del modelo de hacer frente a las necesidades de estos niños.
Yo creo que estos niños necesitan principalmente, y por encima de todo, una mirada más capacitadora por parte de sus escuelas. Dicho de forma rápida: que se confíe y se crea más en sus posibilidades.
En un excelente reportaje del periodista Manel Alías para el programa 30 minuts, de TV-3, Notes per l'educació, se podía ver claramente cómo en Finlandia, por ejemplo, era en uno de los barrios con más población inmigrante donde se encontraba una de las mejores escuelas. Allí entienden que la dignidad no es un tema menor. Luchan contra el efecto gueto dignificando y haciendo más atractivos los colegios para toda la población.
A mí me da la impresión de que este es el camino que también tendría que ayudarnos a nosotros. No deberíamos permitir que con estos alumnos pase lo que todavía sucede tristemente con los de etnia gitana. Son víctimas de la exclusión social y de su propia identificación con esta exclusión, que se traduce en una autoestima baja, una carencia de confianza en sus capacidades para los estudios y en la construcción de una identidad empobrecida y siempre a la defensiva.
Me gustaría finalizar este artículo de forma positiva, hablando de una buena iniciativa. Hace ya un tiempo que leí una crónica del periodista de El Punt Dani Vilà donde hablaba de un proyecto Montsalvatge que me interesó mucho. Después de haber hablado con él y de haber buscado más información, todavía me interesa más. Este proyecto, que es específico para el CEIP Santa Eugènia, de Girona, se inscribe dentro de un programa de actuaciones educativas que el ayuntamiento de la ciudad promueve agrupadas en el nombre de Donem-li la volta a les escoles, que intenta favorecer la promoción social y educativa de algunas escuelas. El modelo de referencia que inspira esta iniciativa es el de las magnet school (escuelas imán), que se implantaron en EEUU en los años 70, consistente en desarrollar una acción curricular muy especial para atraer a las familias y los alumnos y evitar que se vayan a buscar escuelas fuera del barrio.
En el caso del CEIP Santa Eugènia, a través del proyecto Montsalvatge, ofrece a sus alumnos una formación musical importante en comparación con el resto de escuelas.
A mi parecer, la filosofía que inspira esta iniciativa es parecida a la finlandesa. Actuar sobre el contexto y hacer mejores, más atractivas y con valor añadido las escuelas de estos barrios, tan acostumbrados a la marginación, para evitar la dispersión de los alumnos con recursos y convertirse en escuelas gueto, tan perjudiciales para la autoestima de los niños que se quedan.
Confiamos en que los resultados sean esperanzadores y sirvan de inspiración a otros colegios
http://www.elperiodico.com
12/06/2011