Unas 400.000 personas presentan alteraciones del olfato en nuestro país, la mayoría de ellas no puede oler el perfume, ni el olor a tierra mojada, o una comida..., pero tampoco puede oler el fuego, el escape de gas o de otros tóxicos, y ello podría poner en peligro su vida. Hasta hace muy poco estas alteraciones no tenían solución, pero ahora, una nueva terapia desarrollada en el Hospital Ruber Internacional y la Fundación Hospital Alcorcón de Madrid, permite que quienes están privados del olfato puedan recuperar esa capacidad, “de la misma forma que se puede recuperar el movimiento y el lenguaje pacientes afectados de ictus, la rehabilitación podría mejorar el deterioro de la capacidad olfativa”, señala el doctor Dr. Néstor Galindo, jefe de la Unidad de Otorrinolaringología del Hospital Ruber Internacional.
La sinusitis crónica y la poliposis nasal son las principales causas de alteraciones del olfato, pero también puede ser por virus, por traumatismos, sustancias químicas, medicamentos, y en algunos casos pueden estar asociadas a enfermedades neurodegenerativas, especialmente la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad de Parkinson. Sin embargo, la sinusitis crónica es, con mucho, la causa más frecuente de pérdida de olfato y supone el 75% del total de pacientes que acuden a la consulta de Otorrinolaringología con este motivo de consulta. El resto de las causas son menos frecuentes.
Todos poseemos cientos de receptores del olfato en la nariz y podemos apreciar miles de olores. La facultad olfativa se pierde con la edad y es más frecuente en el varón, probablemente por factores hormonales. “Hay pacientes que pierden el olfato por completo (anosmia) o parcialmente (hiposmia). Otros enfermos acuden a la consulta porque las cosas les huelen mal (cacosmia) o de forma distorsionada (disosmias)”, señala el doctor Adolfo Toledano, de la Unidad ORL de la Fundación Hospital de Alcorcón y de la Unidad de Patología Nasal del Ruber Internacional.
La nueva terapia de rehabilitación olfatoria, “ha permitido mejorar a enfermos con pérdidas de olfato de hasta 10 años de evolución. Además, este tratamiento está demostrando su utilidad también en las enfermedades que distorsionan el olfato (cacosmias y disosmias)”, señala el doctor Néstor Galindo.
En los pacientes con anosmia que ya no reconocen ningún olor, el objetivo es reaprender los olores esenciales que advierten de peligros o que facilitan la higiene personal. La técnica se basa en el entrenamiento de los catadores de vino y en la terapia ocupacional, la rehabilitación parte de la asociación de respuestas automáticas a determinados olores. Con paciencia y repetición, el paciente va enseñando de nuevo a su cerebro a identificar los olores.
Investigación con células madre
Las perspectivas futuras en el estudio del olfato son muy interesantes, señalan los expertos, “actualmente tenemos varias líneas de investigación de primer orden. El cultivo de células madre del epitelio olfatorio constituye un buen modelo de tratamiento de los traumatismos medulares. Por otro lado, hemos desarrollado sistemas de medición objetiva del olfato que permiten medir la capacidad olfatoria de un enfermo que solicita indemnización tras un accidente de tráfico o laboral. Además, las pérdidas de olfato pueden ser, en algunos enfermos, el dato clínico más precoz de una enfermedad neurodegenerativa (Parkinson y/o Alzheimer)”.
Varios estudios han señalado que la dificultad para reconocer olores que son habituales podría ser una primera señal de alerta de desarrollo de deficiencia cognitiva moderada, aunque hay que tener en cuenta también otros factores.
Un diagnóstico precoz de estas enfermedades –señalan los doctores Galindo y Toledano- permitiría implantar un tratamiento más eficaz.
El olfato tiene un papel preponderante en las conductas de alimentación, en la defensa ante los depredadores y en la reproducción de muchas especies. En el ser humano estas funciones han sido relegadas a un segundo plano. Sin embargo, en la sociedad actual, dónde el ocio y la diversión ocupan gran parte de nuestro tiempo, el olfato nos permite disfrutar de grandes placeres, recordar momentos entrañables de nuestra infancia; evocar sentimientos que creíamos olvidados, etc. Un gran porcentaje de enfermos que sufren pérdida del sentido del olfato tienen una gran afectación en su calidad de vida.
Señalan estos expertos que se le da muy poca importancia al olfato, y que incluso hay un vacío legal del control de la contaminación por malos olores (como lo hay de la acústica y lumínica), a pesar de que todos tenemos la experiencia de lo desagradable que puede llegar a ser un olor. Y al contrario, hay aromas que resultan ser un señuelo irresistible, incluso se pueden desarrollar estrategias de marketing basado en el estímulo oloroso. Cada vez hay más datos que apoyan que las conductas de compra pueden ser inducidas por olores, incluso en mayor medida que con estímulos visuales o auditivos.
El olor se puede ver en una resonancia magnética
El olor está integrado en el sistema límbico, según revela la resonancia magnética funcional; en esta zona del cerebro radica la memoria, las emociones, y los instintos, por eso un aroma puede despertar el recuerdo y también que olores inocentes puedan resultar molestos. En el rechazo intervienen las experiencias personales y los factores culturales” señala el doctor Galindo.
La capacidad olfativa también se puede ver y medir en una resonancia magnética funcional. La imagen que muestra esta tecnología es la reacción del cerebro a determinados olores. En los pacientes que carecen de esta capacidad el cerebro no reacciona.
Esta prueba es muy útil en casos de indemnización cuando se trata de accidentes, laborales o de tráfico
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16/12/2010