Cómo se genera el lenguaje? ¿Cómo funciona el cerebro de una persona bilingüe? ¿Y el de un monolingüe? ¿Por qué se sufre dislexia? Para estudiar estas y otras cuestiones el BCBL abre las puertas a la ciudadanía, a quien brinda la oportunidad de participar en la generación de conocimiento. «Vamos a necesitar la ayuda de participantes de todo tipo: monolingües, bilingües, bebés, jóvenes, personas mayores...», asegura el director científico Manuel Carreiras (Lugo, 1959).
- ¿Qué investigan en el BCBL?
- Lo que estamos haciendo ahora, hablar. Yo estoy generando ideas que te las estoy transmitiendo y espero que tú las vayas entendiendo. Lo que estudiamos es cómo comprendes, cómo produzco y cómo si fuéramos bebés adquiriríamos ese lenguaje. O qué sucede cuando has tenido un accidente, desgraciadamente se te estropea el área de Broca y dejas de hablar; o qué pasa cuando hay niños que tienen problemas, por factores genéticos o de otro tipo, que no les permiten hablar, leer o escribir bien. O qué se sucede cuando nos hacemos mayores y, esperemos que no, sufrimos una enfermedad neurodegenerativa; en la enfermedad de Alzheimer, por ejemplo, el lenguaje plantea una serie de problemas.
- ¿Qué proyectos tienen ahora entre manos?
- Varios. Uno es el proyecto Coeduca, del programa Consolider del Ministerio de Ciencia e Innovación, que trata de investigar qué es lo que la neurociencia puede decirle a la educación. Entender cómo se desarrollan y fallan los procesos cerebrales puede contribuir a mejorar el proceso educativo. Para ello vamos a analizar, por ejemplo, a jóvenes con dislexia, con déficit de atención... Cogeremos una serie de marcadores cognitivos, genéticos y socioculturales, y una vez que tengamos hecho ese screening vamos a dividirlos en grupos para realizar un entrenamiento de capacidades atencionales y de procesos de lectura. Y veremos un antes y después; cómo cambian no sólo a nivel conductual sino también a nivel biológico, con marcadores en la resonancia, en la 'magneto' o en el encefalograma.
- ¿De cuántos niños estamos hablando?
- De 6.000 niños por toda España. El proyecto se coordina desde San Sebastián pero se está haciendo en Murcia, Andalucía y en Valladolid. Aquí también, aunque la respuesta no ha sido muy entusiasta. Hemos ido a colegios. Necesitamos a estudiantes del modelo B, porque las pruebas son en castellano. Hemos firmado un convenio con el departamento de Educación, pero está costando... En San sebastián estamos en conversaciones con un colegio y y podríamos acceder a un total 300 escolares, pero necesitaríamos unos 1.500 de entre 6 y 14 años. Es una pena que no haya participación de Gipuzkoa, siendo aquí desde donde se coordina el proyecto.
- ¿En qué consisten las pruebas?
- Son sencillas: se hacen test de inteligencia y pruebas hechas por nosotros, como hacer un emparejamiento palabra-dibujo... Medimos distintos tipos de procesos: ortográficos, fonológicos, sintácticos, semánticos... También recogemos saliva y lo enviamos al CIC Biogune para que analicen los marcadores genéticos. Todo este proceso está supervisado por un comité de ética y, por supuesto, los datos están protegidos. A los padres se les explica en qué consiste y tienen que firmar un consentimiento.
Entre tres meses y dos años
- ¿Qué otros proyectos tienen?
- Hay uno en colaboración con los neurólogos de Policlínica y Hospital Donostia sobre demencia frontotemporal. Acabamos de empezar y lo que vamos a buscar son diferencias cognitivas y marcadores con gente que tiene un gen mutado.
- ¿Qué estudiarán en el 'baby lab'?
- Cosas muy interesantes. Por ejemplo, cómo aprenden los niños monolingües y bilingües. Lo que nos preguntamos es qué tipo de elementos del lenguaje recogemos cuando somos bebés y cómo el cerebro va cogiendo esas señales, cómo tiene que discriminarlos cuando les están entrando dos lenguas. En este sentido, Gipuzkoa es un banco de pruebas impresionante, porque se hablan dos lenguas totalmente distintas en cuanto a la tipología. En el 'baby lab' se sienta al bebé en el regazo de la madre y a ella se le ponen unos cascos para que no escuche lo que pasa con el fin de que no sesgue la respuesta que vaya a dar el niño. Al bebé se le pone mirando a una pantalla de la que saldrán sonidos por un lado y por el otro. Lo que vamos a medir es cuándo cambia la mirada y cuál es su preferencia. Para hacer estas investigaciones necesitamos bebés que tengan entre meses a dos años.
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24/04/2010