Nacho pasa horas frente a sus libros. Estudia y estudia, ni siquiera tiene tiempo para jugar, pero cuando llega el día del control, no acierta ninguna pregunta. No entiende por qué sus compañeros, que se pasan mucho menos tiempo que él delante de los libros, aprueban y él no. Sus padres también están preocupados porque ven que Nacho no deja de esforzarse sin obtener resultados. Y el niño empieza a pensar que es tonto. Nada más lejos de la verdad. Nacho forma parte del diez por ciento de los alumnos que sufre dislexia, pero todavía nadie se lo ha comunicado.

“Un niño disléxico disputa una lucha emocional diaria consigo mismo y con su entorno educativo y social. Pone en duda su valía y su inteligencia y esto puede desmotivarlo. Muchos se resisten a aprender”, explica la psicóloga Isabel de Jesús. Los que lo rodean, también sacan conclusiones erróneas sobre lo que le pasa, y se debe a un desconocimiento generalizado, el culmen de su problema. Y eso que en cada aula hay una media de uno o dos niños disléxicos. El 15 por ciento está abocado al fracaso escolar por las dificultades que le entraña descifrar un texto. Por eso, la Asociación de Dislexia Jaén y otras Dificultades de Aprendizaje (Asdija) aprovechó el Día Nacional de la Dislexia, que se celebró el 8 de noviembre, para “dar luz verde” al trastorno. Fue su manera de exigir una mayor implicación por parte de las instituciones educativas para facilitar el aprendizaje de estos menores.

“Los problemas que tienen están motivados por el desconocimiento. En Andalucía todo va despacio, mientras que estos asuntos son tan obvios en otros países que ni siquiera constituyen un problema”, expresó la presidenta de Asdija, María Isabel Casas de Dios, durante la presentación institucional de la asociación, también el domingo pasado. Le acompañaron la psicóloga del colectivo, Isabel de Jesús; la delegada de Educación, Angustias María Rodríguez, y la concejal de Asuntos Sociales, Carmen Guerrero.

Y es que la principal denuncia que realizan los familiares de niños disléxicos es que existen pocos recursos en los colegios para posibilitar que estos menores, cuya inteligencia es igual a la de cualquier otro, según explicó De Jesús, avancen al mismo nivel que los demás. Su objetivo es que “la dislexia sea el problema y no lo que le acompaña”, por lo que reclaman la existencia de un equipo especial unificado y que delimite las pautas que han de seguir todos los docentes para ofrecer una educación digna a todo el que tenga cualquier dificultad de aprendizaje. Es necesario, según la presidenta, establecer un protocolo de evaluación y adaptar el currículum educativo a sus necesidades, para evitar situaciones personales que llegan a ser desoladoras. Angutias María Rodríguez, por su parte, se comprometió a seguir trabajando para sumar facilidades y formar profesionales especializados, capaces de atender “todas las circunstancias”.

Lo cierto es que, poco a poco se han conquistado pequeños-grandes logros. A pesar de que la comunidad camina a su propio ritmo, la Universidad de Jaén presentó, el curso pasado, su Unidad de Atención a Estudiantes con Dificultades Específicas de Aprendizaje. Algo insólito hace apenas una década y un gesto muy celebrado en Asdija.

Los asistentes coincidieron en reconocer el mérito del trabajo desempeñado por “Dislexia Jaén” que, desde 2007, ofrece apoyo y orientación. Una de sus principales líneas de trabajo pasa por visibilizar el trastorno. Con motivo de la inauguración de la nueva sede del colectivo (en el número 3 de la calle Compañía), convocó un concurso de dibujo entre los colegios de la provincia para elegir la mascota de Asdija. Los ganadores fueron María del Carmen Marín Yeguas, del colegio San Marcos de Mancha Real; Cristina Moral Herrera, de El Donadío, en Úbeda, y Andrés García, del colegio Virgen de la Cabeza, en Cazorla. Recibieron sus premios el domingo, en una fiesta que se celebró bajo el lema “Luz verde a la dislexia”.

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13/01/2010