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El juego en psicopedagogía (parte 1)

¿Cuál es la relación del juego con la psicopedagogía? ¿De qué tipo de juego hablamos en psicopedagogía? ¿En qué áreas el juego forma parte y en cuáles no? ¿Cuál es la función del psicopedagogo frente al juego?
Estas y otras preguntas se pretenden responder a lo largo de este artículo, con el objetivo de sistematizar y aclarar brevemente la relación del juego con la psicopedagogía.

En psicopedagogía podemos abordar nuestra tarea principalmente desde dos grandes áreas: lo preventivo y lo terapéutico. Dentro de lo preventivo podríamos incluir tareas pedagógicas, de investigación, y todo aquello que se refiere estrictamente a dicho área. Dentro de lo terapéutico, incluiremos lo que clásicamente entendemos por tratamiento, en donde se podrían incluir algunas tareas que tienen efectos terapéuticos, aún cuando no se lo propongan de antemano. A lo largo de los últimos años, el campo laboral de la Psicopedagogía se ha ido ampliando cada vez más, abarcando más allá de la tarea escolar y hospitalaria, incluyendo la comunidad, el área laboral, desempeñando nuevas funciones desde donde su asesoramiento y apoyo puede ser necesario y competente.


Acerca del juego

La pregunta es entonces, ¿cuál es el lugar del juego en todos estos ámbitos? ¿Cumple la misma función? ¿Utilizamos los mismos juegos? Pero antes de entrar en el campo estrictamente psicopedagógico, es importante referirnos brevemente al juego. El juego puede ser definido desde distintas teorías y corrientes, sin encontrar una única definición que lo abarque y lo pueda encerrar. Este carácter “escurridizo” del juego, es tomado por diferentes autores, refiriéndose a la dificultad para definirlo. Pero haciendo un recorrido por las múltiples definiciones del juego, podremos aunque sea enunciar aquellas características que la mayoría de los autores le atribuyen: un tiempo y espacio diferente a la vida real, reglas propias que lo definen y a su vez posibilitan el juego, la libertad inherente en cuanto a la elección de participar del juego y la elección del camino a elegir dentro del juego. Algunos autores agregan además la sensación diferente que percibe el jugador mientras está en juego, refiriéndose en algunos casos a un “como si”, sin perder la conciencia de si mismo. Más allá de otras características que se le atribuyen al juego, quisiera hacer especial énfasis en las primeras cuatro mencionadas aquí, el tiempo y espacio diferente, las reglas que lo definen y la libertad, porque son centrales para tener en cuenta en nuestro quehacer psicopedagógico.

Esta diferencia del juego con el mundo real, que está definida principalmente a partir de las reglas del juego, es un primer aspecto esencial al realizar una lectura de algún juego, independientemente del juego y los jugadores. Las reglas de juego, ya sea que están puestas oralmente entre los jugadores, ya sea que están preestablecidas por el reglamento de un juego de tablero, por ejemplo, instalan a los jugadores en un espacio diferente, con reglas propias donde se abren nuevas posibilidades, o por lo menos diferentes, que las establecidas en la vida cotidiana. Esto nos marca una diferencia al observar un juego desde un lugar fuera del mismo. La lectura de un juego, más allá de nuestra orientación teórica, nunca puede ser literal. Las reglas de juego señalan un claro límite entre un espacio y otro. No hay juego sin reglas, define tajantemente Scheines (1998). Las reglas más que limitar el juego, lo posibilitan y lo abren. Muchas veces una pequeña y aparentemente insignificante modificación de la regla, permite un viraje importante para el jugador.

Las reglas, por otro lado, de alguna manera delimitan el espacio de juego, demarcando una diferencia clara entre un espacio y otro. En el espacio lúdico, las posibilidades son otras: si nos remitimos a un juego de tablero, el tablero es el espacio que junto con las reglas del juego nos señalan las posibilidades de avanzar, retroceder, “comer” al adversario, etc., permaneciendo siempre en un plano simbólico. En un juego de mayor carácter simbólico, como podría ser el juego de los niños a los 3-4 años, el espacio se transforma, asumiendo características insospechadas, donde lo grande se hace pequeño y viceversa. En el espacio lúdico, las dimensiones son otras, y la fantasía – a partir de la mirada y del lenguaje- del jugador, transforma los objetos más vulgares en fantásticos. En el juego, el tiempo también se transforma. Algunos autores incluso se refieren a un tiempo de eternidad, refiriéndose a la sensación que despierta en el jugador. Al mismo tiempo las combinaciones y condensaciones que surgen son infinitas: en solo apenas cinco minutos, puede transcurrir toda una vida.

La libertad es un punto fundamental en relación al juego. Cada jugador elige cuándo jugar, con quién jugar y en qué momento salir del juego. No se puede obligar a nadie a jugar, ni a jugar de una determinada manera, por lo que se deberán reveer algunos modos de actuar en la práctica profesional de diferentes áreas. La libertad también se expresa en el material que se elige, los roles que cada uno asume, el recorrido que elige para su jugar, las estrategias que adopta, etc.

El juego es una característica inherente al ser humano. En todas las épocas se ha jugado, sin limitarse tampoco a una edad determinada. Niños, jóvenes y adultos han jugado y siguen jugando. Variarán las expresiones, el estilo de juego, los tipos de juegos, etc., pero el juego forma parte del ser humano, y es uno de los aspectos que lo mantienen vital. “¿Podemos figurarnos exactamente lo que puede resultar para un ser humano la carencia de juego o de juguetes?”, pregunta Vial (1988, p. 7). La ausencia de juego en un niño, es un claro indicio de una dificultad, de falencias en la salud física y/o mental. Lo mismo es transferible al joven y al adulto. El adulto que no tiene o no se crea espacios lúdicos, tiene menores posibilidades de ser dinámico y creativo en la vida cotidiana. De allí, la importancia que tiene el juego como dimensión humana, aspecto que deberíamos rescatar todos aquellos que trabajamos con otras personas, no solo para recrear nuestro propio trabajo y persona, sino también para promover lo mismo en nuestros pacientes, alumnos, etc.

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