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Atención temprana de niños/as hipoacúsicos de 0-3 años.

Los tres primeros años de vida en los niños/as hipoacúsicos marcan el desarrollo futuro de los mismos. La pronta detección, diagnóstico y tratamiento favorece su evolución global. Es imprescindible establecer procedimientos precoces, e informar a la familia sobre el desarrollo de éstos procesos.
La primera etapa de intervención temprana (0-3 años) en los infantes hipoacúsicos es de vital importancia. Las áreas de actuación se pueden definir en cinco y están estrechamente vinculadas entre sí; con objetivos marcados que favorecerán la adecuada interacción entre los profesionales y familia del niño/a hipoacúsico.

1. Valoración audiológica y audioprotésica. Una de las primeras actuaciones al detectarse la deficiencia auditiva es la consulta con el ORL (Dr. otorrinolaringólogo), quien diagnosticará y certificará el perfil audiométrico del niño/a. Cuando más inmediato sea, mejor será su aprovechamiento del audífono o prótesis auditiva.

- El especialista deberá explorar para determinar la capacidad auditiva y completar el diagnóstico realizado por el ORL.

- Iniciar el proceso de protetización.

- Prescribir y adaptar la prótesis auditiva.

- Valorar el ajuste de los audífonos para adecuarlos a la capacidad auditiva.

2. Valoración lingüística. Una vez realizada la valoración audiológica y la intervención audioprotésica, será conveniente indagar en la capacidad comunicativa y lingüística del niño/a, además de profundizar en los aspectos cognitivos, motrices, sociales, etc.

- Se valoran las habilidades comunicativas del niño/a.

- Se observa el comportamiento madurativo y comunicativo del niño.

- Se realiza un programa de actuación que contemplan las áreas de comunicación, habilidades sociales, motrices, etc.

3. Atención logopédica en el niño/a de 0-3 años

- Se realiza un programa logopédico acorde a sus potencialidades y necesidades.

- Se prioriza la estimulación de la comunicación y lenguaje a través de recursos lúdicos, juegos, etc.

- Se orienta la modalidad más acorde al niño/a, ya sea de lenguaje oral, de lengua de signos, sistemas mixtos.

- Se inicia una educación auditiva para mantener y desarrollar las habilidades auditivas iniciales.


4. Acogida de las familias. Es de destacar que las familias en un principio se muestran desorientadas, culpables, no aceptan la realidad que les toca vivir. Por ello, se debe escuchar las peticiones e iniciativas del grupo familiar, orientar las actuaciones acordes, que favorecen integralmente al niño/a, y desestimar aquellas que se escapan a la realidad. Las palabras información y orientación son las más oportunas en éstos casos.

- Informar y actualizar de todo el proceso que se realice con el niño/a, ya sea de las valoraciones, planificaciones y controles.

- Asesorar las implicaciones que acarrea la hipoacusia, sobre las opciones comunicativas, recursos específicos, prótesis auditivas, asociaciones, etc.

- Facilitar por medio de guías, algunas pautas para estimular al niño/a desde el hogar.

- Aunar esfuerzos, entre los profesionales y la familia.


5. Acompañar en la transición del tratamiento individual al grupal.

- Integración paulativa en sesiones con grupo de pares/guarderías/ jardín de infantes / centros especializados.

- Rentabilizar el esfuerzo con los educadores infantiles.

- Establecer un seguimiento periódico de la evolución del niño/a.

- Consulta externa en caso de necesidad.


La atención temprana del niño/a hipoacúsico.

1- 5 mes.
La aproximación al niño/a se deberá iniciar a través del contacto, de las caricias, lo sentamos sobre nuestras rodillas, lo balanceamos hacia un lado, hacia el otro, lo hacemos partícipe y protagonista del juego, hacemos pausas, le hablamos en el oído.

Progresivamente estimulamos el contacto ocular. Captaremos el interés del niño/a a través de objetos simples, de colores, con y sin sonidos. Observamos qué y como prioriza los objetos, si les da un lugar en su mundo. En sesiones posteriores ampliamos el abanico de recursos, a otros objetos, con diferentes texturas, tamaño, peso, etc. Introducimos onomatopeyas, le damos expresividad a sus acciones, incluimos juegos vocales, a las que le damos intencionalidad. La palabra se hace presente en todos los momentos, explicando que hacemos, haciendo exclamaciones, preguntas, llamando su atención, en forma espontánea.

Reforzamos el balbuceo (entre 8 y 10 meses), las vocalizaciones con sonidos muy sencillos.
Realizamos juegos rítmicos. Intentamos incidir en la alerta auditiva, la localización de la fuente del sonido y el descubrimiento de lo que le rodea.
Cuando comienza el gateo (entre 8 y 9 meses aproximadamente) comienza a explorar el espacio y la acción de él/ella sobre los objetos. Le comienza a dar significado a sus juguetes. El juego es su mejor aliado. Se observa las conductas de adhesión y separación con los objetos. Se le facilita un espacio para la respuesta ante nuestros interrogantes.

Entre los 10 y 12 meses comienza a caminar, se reconoce en imágenes, su conducta social se amplifica, acepta extraños a su círculo familiar.

A los 18 meses ya puede caminar, subir escaleras gateando, es decir que su mundo se multiplica enormemente, así como también su interés por la exploración a través del ensayo y error. Esta técnica lo desborda de experiencias nuevas. Se trabaja la comprensión de consignas simples, como por ejemplo: “dame”, “coje”, “llévalo a...”, etc.
Cuando se da el juego cooperativo entre el niño/a y terapeuta, se le facilita el lenguaje, ya sea oral o signado, fruto de la acción-diálogo.
El lenguaje y el juego establecen la función simbólica. Esta herramienta posibilita el desarrollo de las habilidades sociales, lingüísticas, afectivas, etc. Se trabaja la comprensión de preguntas como por ejemplo: qué, quien, cuándo, cómo, donde...
El niño/a empieza a comunicar sus deseos, necesidades, estados de ánimo, intenciones, etc, a los que le rodean.

 

Referencias

Barlet, X. Atención temprana del bebé sordo. Ed. Masson. Barcelona, España. 1995.
Bettlelheim, B. No hay padres perfectos. El arte de educar a los hijos sin angustias ni complejos. Ed. Crítica, Barcelona, España, 1991.
Dumont, A. El logopeda y el niño sordo. Ed. Masson, Barcelona, España, 1989.
Luterman, D. El niño sordo. Cómo orientar a los padres. La prensa Médica Mexicana. México, 1985.
Revista Comunicar. Número 15. Año VII, abril 2001.

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