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Alfabetización: del Concepto a la Práctica Pedagógica (Parte I)

El objetivo de este artículo es contribuir a la reflexión acerca de las relaciones entre enseñanza y vida, postura pedagógica e intervención didáctica, procesos de aprendizaje y práctica escolar, fines y medios educativos.
“La alfabetización (...) y la pos-alfabetización implican esfuerzos en el sentido de una correcta comprensión qué es la palabra escrita, el lenguaje, y sus relaciones con el contexto de quien habla y de quien lee y escribe, comprensión por tanto de la relación entre ‘lectura’ del mundo y lectura de la palabra...” (Paulo Freire, A Importância do Ato de Ler, 1983)

Parece indiscutible que los niños de nuestra sociedad deban aprender a leer y a escribir. No obstante, si preguntamos a los padres y educadores el porqué y para qué alfabetizar, encontraremos con plena seguridad, respuestas vagas, a veces, incompletas, limitadas y hasta paradojales. Las expectativas de enseñanza de la lengua escrita, son tan imprecisas cuanto la propia comprensión de lo que significa alfabetizar. A despecho de las buenas intenciones, las prácticas pedagógicas resbalan en concepciones limitadas y, en ciertas ocasiones, equivocadas, modismos mal asimilados y métodos inadecuados. Además, tanto los procesos formales de enseñanza como los resultados por ellos promulgados no siempre valoran la "literacy", esto es, la condición de los individuos que, a partir de las múltiples experiencias de la lecto-escritura, incorporen la lengua escrita a las prácticas sociales (Kleiman 1995, Matencio 1994 y Soares 1998 ).

Siendo así, el objetivo de este artículo es contribuir a la reflexión acerca de las relaciones entre enseñanza y vida, postura pedagógica e intervención didáctica, procesos de aprendizaje y práctica escolar, fines y medios educativos. En síntesis, un esfuerzo de aproximación entre la teoría y la práctica en la búsqueda de posturas responsables en sala de clases y, sobre todo, de una enseñanza más ajustada a nuestros alumnos.

Con base en el entendimiento amplio del proceso de alfabetización, pretendo considerar los objetivos de la enseñanza de la lengua escrita y los procesos cognitivos propios de su conquista para delinear los frentes del trabajo pedagógico. Evidentemente, dada la complejidad del proceso de adquisición de la lengua escrita, las dimensiones aquí abordadas (objetivos, procesos cognitivos y frentes de trabajo pedagógico) no pretenden ser exhaustivas; son, sin embargo, una muestra de las dimensiones más significativas del proceso de alfabetización. El esfuerzo para su presentación y clasificación no es nada más que una invitación para que el profesor pueda vislumbrar, a través de la consideración de los elementos fundamentales, la “tela de la construcción del conocimiento” en su relación con las metas educativas y la práctica escolar.

1) Concepción de la lengua escrita y objetivos pedagógicos.

En las escuelas brasileñas, a menudo, la enseñanza de la lengua escrita aparece estrechamente vinculada a la vida estudiantil: leer para aprender y escribir para comprobar el aprendizaje A pesar que éste es un objetivo perfectamente legítimo (y hasta deseable) el énfasis atribuido a los fines típicamente escolares enmascaran el alcance de la conquista de la escritura, tornándola artificial y, muchas veces desprovista de significado, de sentido, o motivación. En contrapartida, cuando junto a la dimensión instrumental de la lengua, le atribuimos a la escritura la condición de legítimo conocimiento, la alfabetización deja de ser una etapa inicial y preparatoria de la escolaridad y asume definitivamente una razón más próxima de la vida y, por tanto, verdaderamente educativa: una conquista indispensable para el estudiante, fundamental para el ciudadano y esencial para el ser humano.

Es en el conjunto de las prácticas sociales que la escritura se manifiesta en la plenitud de su potencial, infelizmente no siempre accesible a todos los que aprenden a leer y a escribir, razón por la cual las prácticas de alfabetización, superando la esfera estrictamente pedagógica, se revisten de significado político. En el contexto de nuestra sociedad, alfabetizar es dar voz al sujeto, así como también propiciar medios críticos de participación social. Como una sublime construcción de la humanidad, la relevancia y vitalidad de la lengua escrita, se transparenta en múltiples usos, géneros y funciones: la comunicación, el documento, la previsión, el diagnóstico, el informe, la noticia, la ayuda a la memoria, la diversión, la traducción, la reivindicación, la información, la propaganda, la expresión afectiva, el devaneo... Asociadas a las otras formas de expresión, comunicación y representación simbólica (lo oral, el arte, la música, el sonido, el movimiento y los gestos), las prácticas de la escritura contribuyen para la unión definitiva del individuo con su mundo, con su entorno, en un proceso simultáneo de inserción social y constitución de sí propio.

Es, en este sentido, que se puede afirmar que la alfabetización, más que una simple técnica de asociar letras y palabras, se destaca por su enorme potencial educativo (Colello 1995, 2001 a) en la formación del:

a) hablante, ya que el proceso de la construcción de la escritura no sólo parte de lo oral como también acaba por re-dimensionarla (el sujeto que escribe, tiende a organizar mejor su habla);

b) “políglota”, aquél que “habla muchas lenguas”, entendido aquí como la posibilidad de comprender, dominar y usar las variadas formas del lenguaje, no necesariamente las lenguas extranjeras, sino los dialectos de una misma lengua y también los otros medios de expresión o de representación simbólica (dibujo, música, arte, mímica, etc.);

c) productor de texto, el “autor” que, además de poder escribir palabras y frases, posee la competencia para componer textos, enfrentando los desafíos de su producción, pero también gratificándose con la posibilidad de dar vida a sus pensamientos, ideas y fantasías;

d) intérprete, en procesos de lectura que, superando la mera decodificación, se guía por la búsqueda de sentido y, así rescata la dimensión dialógica del texto;

e) lector, aquel que además de comprender y “dialogar con el texto”, es capaz de descubrir el valor y el placer de la lectura en sus diversas posibilidades y situaciones;

f) revisor de texto, esto es, el sujeto que, habiendo comprendido las reglas y las arbitrariedades de la lengua escrita (conciencia metalingüística) y principalmente su valor en la decodificación y lectura, se coloca como agente y principal interesado en el proceso de autocorrección;

g) estudiante, por la multiplicación de los medios de aprendizaje y constitución de los hábitos de estudio;

h) investigador, por la amplísima posibilidad en la búsqueda del saber, atendiendo a la curiosidad, intereses y necesidades no necesariamente escolares;

i) ser-pensante, porque integra el proceso de construcción de la escritura al conjunto de experiencias que favorecen la constitución de sí, la organización del pensamiento, así como la posibilidad de interpretar y analizar ideas.

j) ser-social, en la medida que promueve nuevos medios de inserción social, sea por el desempeño de actividades funcionales de rutina (firmar el nombre, leer rótulos de productos anotar direcciones y teléfonos), sea por la posibilidad de intercambio con el mundo en manifestaciones conscientes y críticas.
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